domingo, 17 de febrero de 2013

y me encontraba reviviendo y recordando esas situaciones que ya creía olvidadas. Gritos, golpes, heridas, balas. Los vómitos de palabras se atrincheran. Se inflan hasta que ya no pueden más. El agobio, el silencio las trasladan al salón, al pasillo, al baño, a la cocina. Se atraen, se buscan, hay pasión en cada portazo, en cada golpe mudo a la pared. Se contienen tanto tiempo que ya los puños aligeran el paso, los dientes, el cinismo, el olvido de la tranquilidad y el consuelo de la reconciliación. Ya no hay verdad ya no hay un mañana, ya no habrán casitas de muñecas habitadas por humanos. YA no.
Sí, yo también sufrí maltrato, sí a mi también el hombre que amaba me hizo una herida tan grande que mino mi autoestima y pasión; mi vida.  Una vez que empezó fue siempre a más. Hay muchas formas de disminuirte , las des calificaciones son las más comunes. Tantas reiteraciones, palabras que ya las sabías antes que las dijera, repeticiones babosas que atormentaban. Palabras, palabras, acciones mecánicas auto satisfactorias, instrumento de placer. Minimizadas las opciones al mejor acoplo. Maldito. Hoy leía eso de utilizar  a las personas y querer  a los objetos. Y me pregunto en que momento deje de hacer las cosas que me gustaban por pereza.

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